Ni críticas ni propuestas para que el sistema político deje de proteger al poder concentrado
“El examen de esta situación de una clase dirigente, llamada la oligarquía con justa palabra, es otro tema. Baste señalar el hecho de que bajo una u otra forma de gobierno, sean los militares o los democráticos de jure, el manejo de la cosa pública no ha sido adquirido por personas contrarios a esos intereses, y si las hubo en tanto hicieron propaganda para llegar al poder, una vez obtenido se plegaron al servicio de esa clase, de los intereses de esa clase: terratenientes, ganaderos, militares, y ahora agentes bancarios y económicos extranjeros”.
Ezequiel Martínez Estrada, 1962.
- A 40 años del triunfo de la venganza social de la oligarquía. “Un problema bien identificado es un problema medio resuelto” dijo Charles Kettering. Los problemas de la Argentina no están identificados y eso impide que sus soluciones puedan siquiera ser pensadas. Con mapas sesgados, parciales y mentirosos vamos a seguir perdidos en la peor tormenta, el naufragio está asegurado. Para que existan mapas útiles necesitamos construir diagnósticos comunes y sólidos, mucha imaginación, paciencia y no poseemos ni la atención necesaria ni una mirada de largo plazo para poder dibujar esos mapas. Ni hablar de la acción colectiva en tiempos de fragmentación política. Dividir y subdividir para reinar. Fragmenta, refragmenta y subordinarás. La atención y la acción fragmentadas son impotentes.
Con el milenio recién comenzando Guillermo O’Donnell hizo el siguiente análisis que parece seguir vigente: “El origen de muchas de las cosas que ocurren hoy está en la combinación entre ese Estado asesino y los estertores de una oligarquía que llevaba cuarenta años queriendo vengarse de ese pueblo indisciplinado”. Y sigue: “Como economista Martínez de Hoz demostró su abismal ineptitud, pero en su venganza social ha sido un gran triunfador, en el sentido de des-industrializar, de dispersar a la clase obrera lejos del peligroso cinturón que produjo el 17 de Octubre, atomizarla, matar a algunos dirigentes sindicales, sobornar a otros”. Corría el domingo 15 de Octubre del 2000 y la entrevista de Horacio Verbitsky salió publicada en Página 12.
El mapa que dibujó Guillermo O’Donnell es un buen comienzo para identificar bien los problemas y quizás elaborar propuestas. Es útil para entender tanto silencio, continuismo, e invitar a pensar cómo llegamos al lugar que estamos hoy en agosto 2023. El concepto de venganza social detrás del terror, del horror de la dictadura corporativa y militar, el plan económico detrás de toda violencia y miedo y el concepto de muerte lenta de la democracia que acuñó Guillermo O’Donnell en esa entrevista resultan agudos para comprender en serio lo que viene sucediendo hasta la actualidad, lo que sucederá, en medio de un cinismo extremo y la amnesia inducida.
Toda la violencia y el terror de la dictadura corporativa-militar tuvo como objetivo la venganza social, una distribución de recursos de variada índole. Las políticas de la violencia y miedo social, todo el embrutecimiento y las necropolíticas que vemos en nuestros días también ocultan —hoy como ayer— procesos de empobrecimiento masivos. Nos ocultan lo que sucede. Los idiotas útiles e inquisidores bienintencionados que las llevan adelante en la actualidad ayudan al show de distracción y crueldad que destruye sus derechos, las capacidades estatales y la misma democracia queda aturdida. Las políticas del shock requieren del pánico como las guerras del mar usaban la neblina. Todo shock es político. Toda indignación paraliza y distrae.
Ese diagnóstico sobre la venganza social de la oligarquía junto al concepto de muerte lenta de la democracia son dos diagnósticos importantísimos de O’Donnell para pensar el pasado reciente de cuarenta años de democracia, la parálisis del presente y los desafíos letales del futuro. Para ponerlo en claro: para pensar un futuro con vida democrática o un futuro atado a las fuerzas de la muerte que vienen a negar la vida en democracia. La cosa es así de intensa: vida o muerte.
Hay algo vitalista en el antivitalismo y hay algo antivitalista en las fuerzas vitalistas. Esto es, las fuerzas de la negación parecen vivas, festivas, apelan, atraen, entusiasman. Las fuerzas de afirmación de la vida parecen sin vida, adormecidas, no comunican, no seducen.
La complejidad de la realidad ya colapsó y se vuelve básica en tiempos oscuros. Colapsar significa eso, simplificación de la complejidad, decrecer, disminuir, simplificar. Es cosa de vida o muerte. La democracia con todos sus defectos y críticas que tengamos sigue siendo la vida. La vida resistiendo la muerte. El problema es que la muerte puede tener diferentes disfraces dentro de formas de vida de baja intensidad. Hay que temer lo que está muerto y no termina de morir. Una democracia zombie sería funcional para los actores que la indujeron al estado vegetativo que ya demuestra vocación para los estados represivos y punitivos.
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